No es igual uso que abuso, de la misma manera que un creador no tiene que ser un cineasta y viceversa, sin que esto lleve implícito ningún sello de calidad o descrédito. Julia Ducournau la directora de “Grave (Crudo)” (y flamante Palma de Oro en Cannes por Titane) pertenece a la categoría de orfebres, orfebres malditos si es necesario adjetivar.
“Grave (Crudo)” cuenta la historia de Justine una joven que se ha criado en una familia donde todos son vegetarianos y que al ingresar en la facultad de veterinaria es obligada a comer carne como rito iniciático, en ese punto empieza la catarsis o pesadilla según el paladar del comensal. Y hasta aquí contaré pues es una de esas piezas a las que conviene acercarse con el himen intacto, la mente abierta y una buena bolsa para vómitos al lado.
Nos encontramos ante una pieza de tripa, un, una obra de estilo y para muchos una aberración. Con mucho menos auto bombo que otros malditos (léase Von Triers) Ducournau logra ser más efectiva con su ópera prima, clara y directa en su mensaje que sus predecesores hombre, más afilada y aguda a la hora de contarnos el viaje interior de su protagonista. Imágenes portentosas, de una belleza perturbadora que la entronca con esa otra categoría de obras inaugurada por Goya y sus pinturas negras.
Un retrato de la adolescencia completo a 360º y sin concesiones, onírica, desagradable y realista. No es para "el gran público" pero sí se trata de un bocado de calidad para "un gran público", aquél que sabe degustar la chasquearía y que escupe el caviar.
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